jueves, 3 de julio de 2014

30/06/2014. Un privilegio solo para unos pocos.

La tarde no tenía ningún objetivo claro. Es cierto que en la zona se vieron un par de garcillas cangrejeras hacía bastantes días pero no había intentado ir a verlas. Motivos varios me tienen bastante atenazado últimamente hasta el punto de no tener el mínimo atisbo de ánimo como para salir al campo, que es lo que más me gusta en este mundo, en mi tiempo libre. Es como el pez que se muerde la cola. No sales y vas olvidándote de las cosas buenas que ofrece, no solo en el tema ornitológico, sino en lo que te aporta para poder seguir viviendo. 
El pasado lunes, último día del mes de junio, decidí salir un rato para tratar de reaccionar de una vez y recordar, con todos mis sentidos, lo que mi tierra me ofrece. La excusa, como he dicho, esas dos cangrejeras y pasar un rato con Cristian, al que hacia mucho tiempo que no veía.
De las garcillas, como era lógico, ni rastro. Si hubiera reaccionado a tiempo, el día que aparecieron, hubiera tenido posibilidades pero así nada. A cambio, tuvimos una observación lejana pero bastante decente de un adulto de charrán común, mi segunda cita del año en la provincia (y segunda en el cómputo total), aguas arriba del puente Quintos, entre Granja de Moreruela y Moreruela de Tábara. La tarde también nos regaló interesantes observaciones de martinetes (cada vez menos raros en las orillas del Esla tabarés durante la primavera), hasta 7 ejs., incluidos 2 juveniles que, probablemente, hayan nacido en la cercana garcera mixta que existe en la zona, aunque no se ha podido constatar, por mi parte al menos.
Gaviotas sombrías, elanio, alcotanes, etc, dieron buenos ratos a la tarde.
Pero lo mejor no llevaba plumas. El final que me tenía reservado el monte de Santa Eulalia de Tábara era una señal clara de que no merecía la pena dejar de hacer lo que más te gusta por muchos problemas que tengas. Creo que, para mi, no hay nada más satisfactorio que disfrutar de lo que la naturaleza me ofrece, sea lo que sea. El atardecer en el monte fue, sencillamente, brutal...


Es un privilegio poder disfrutar de esto. Cuando miro, cuando estoy allí, me pregunto como es que hay tanta gente ajena a un espectáculo así. Como algunos pueden pagar verdaderas fortunas por espectáculos que no le llegan a este momento ni a la suela de los zapatos.
El ser humano es un traidor, un egoísta. Todos los días la Tierra nos ofrece espectáculos sublimes que no sabemos o no queremos apreciar.
Los que seguís este espacio sabéis que soy un amante de las puestas de sol. Los amaneceres también me gustan pero creo que, en mi modesta opinión, nada iguala al momento del ocaso. Por supuesto, para gustos los colores pero, los atardeceres de mi tierra zamorana, son increíbles... 
Mi amigo Toñete dirá que no hay mejor puesta de sol que desde Estaca de Bares; Xabi disfrutará de los amaneceres grisáceos y con sabor a sal de su querido Baldaio, entre gaviotas de 2º y 3º año; Máximo pierde el norte cada vez que el último rayo del astro ilumina la última solana del día en su aguardo de alguna ladera en la montaña cántabra, mientras ladran los corzos; Gorka habrá visto el mar hecho un fuego muchas veces, allá por el Golfo de Guinea, y para él serán irrepetibles; para Toni no hay ninguno mejor que el dorado de los carrizos de la Albufera de Valencia; Marc y José los viven cada día desde Alange y, ahora mismo, los estarán echando de menos; Seko verá la mayoría entre melocotones y paraguayos maños en estos días, pero seguro que tiene siempre una mirada fugaz y un pensamiento en ese momento; Gonzalo estará viendo ponerse el sol desde el lejano Perú hoy, y desde Bolivia mañana y Óscar los buscará desde la sierra madrileña cuando se escapa de la urbe. Pero para todos los que sabemos disfrutar de la naturaleza, el momento del amanecer y del ocaso son momentos mágicos. Creo que, aunque nos tachen de frikis y raritos, en realidad, somos unos privilegiados por saber disfrutar y apreciar estos momentos.
Zamora pasa del azul al amarillo, luego al naranja, de ahí al rosa y, al final, la luna... como una rubrica, como un copy right, porque nada puede imitar algo así, ni siquiera, un día al siguiente.


Dos martinetes juveniles que empiezan su actividad al caer la noche.

Dos gaviotas sombrías.

Y un pájaro de luz, la lavandera boyera.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias por mostrarnos tan, bellas imagenes

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  2. Que non decaiga esa moral, Alfonso. Seguro que con la ayuda que te ofrece la Naturaleza espectacular de tu tierra vas a sobrellevar mejor lo que tenga que venir.
    Unha aperta, home.
    PD: Yo también conozco los atardeceres en la costa gallega y para mí los que he presenciado en la meseta son, sencillamente, incomparables.

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  3. Bonita e interesante entrada. Un saludo desde Cantabria.
    http://faunacompacta.blogspot.com.es/

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