Pero estos privilegios tienen precio y, parte de él, es la niebla que nos llega con los días anticiclónicos del otoño, invierno y la primavera temprana. Las nieblas que aparecen en los valles de los grandes ríos de la geografía ibérica se hacen muy intensas en sus orillas. Nuestros mayores han vivido siempre con ellas y han sabido sobrellevarlas. Pero en estos tiempos en que nos hemos vuelto tan cómodos, no sabemos más que despotricar contra ella porque nos impide, entre otras cosas, conducir con tranquilidad o disfrutar de la luz del sol como nos gustaría. Las nieblas zamoranas son cansinas, agarradas, perezosas, muy húmedas y, en ocasiones, nos traen tremendas cencelladas. Recuerdo haber estado más de 15 días sin ver el sol no hace demasiados años. Bueno, sin ir más lejos, hasta la semana pasada tuvimos una racha, al menos en Toro, de 9 días sin levantar. Y aunque el zamorano debiera estar acostumbrado a convivir con ella, más de 5 o 6 días cansa a cualquiera. Es el precio que tenemos que pagar por vivir junto a sus amplias y fértiles orillas donde el tiempo se detuvo hace mucho...
En fin, al tema pajaril. El pasado día 07, José Alfredo Hernández estuvo controlando el joven (apenas 10 años) dormidero de garcillas bueyeras que tenemos en Zamora capital. Contó 530 ejs. una de las cifras más altas que se han registrado aquí. Este dormidero se asienta sobre una pequeña isleta de sauces, en su mitad secos, en la orilla izquierda del río. Es un espectáculo la llegada de los grupos al finalizar la jornada tanto de aguas arriba como de aguas abajo (estas últimas, seguramente, provenientes del vertedero de la ciudad donde se alimentan). El mayor registro es de 552 ejs. en noviembre de 2001, del propio Alfredo; aunque todavía tengo que mirar mis registros (un actual problema informático me lo impide) ya que yo lo controlaba habitualmente antes de irme de Zamora en el 2004.
Ayer, día 08, quise darme un homenaje y, aprovechando una rápida visita a la capital, me bajé a orillas del padre Duero para empaparme de garcillas. Pero el dueño del valle me estaba esperando con su maldición para, en apenas una hora, no dejar que viera más allá de 20 metros. En la siguiente foto la niebla nada más llegar, una hora después no tenía nada que enfocar.
Este cormorán grande pasó relativamente cerca y pude verlo unos segundos.
Apenas intuí media docena de garcillas bueyeras llegando a sus posaderos y, a las 17:30 h., el estar allí era tan frustrante que dejé el lugar y me volví a casa.
Un poco antes había estado entreteniéndome con un grupo de urracas que buscaban alimento en una tierra de maíz y estaban lo suficientemente cerca como para tomar algunas imágenes y así hacerlas protagonistas inesperadas de esta entrada. La remesica.
Vivir y aguantar estas nieblas es la maldición que nos ha tocado soportar por vivir junto a un enorme río. Pero soy consciente de que si en la provincia de Zamora tenemos esta riqueza ornítica tan brutal es debida, en gran medida, a nuestro querido Duero y sus afluentes, tan importantes como el Esla (con Tera, Aliste, Órbigo y Cea), el Valderaduey, el Guareña o el Tormes, que riegan nuestra provincia.
¡Qué verdad es!
ResponderEliminarNuestro buen amigo Duero es grande para lo bueno y para lo malo.
Habrá que ser transigentes con él.
Saludos desde Pucela.