El pasado día 24 hice una visita matutina de control del paso migratorio en las orillas clásicas del embalse de Ricobayo, Montamarta y San Cebrián de Castro, y en el único punto decente de agua en Villafáfila, este último según volvía a casa desde el pantano.
En el primer punto tuve un amanecer fantástico. Madrugué mucho para poder disfrutar de la falta de luz en el campo, algo que hacía tiempo que no veía. Mereció la pena ya que estamos en plena época de berrea de los ciervos y oír su ronco sonido rompiendo el alba es algo inigualable y que hay que aprovechar a disfrutar en estas incipientes semanas de otoño.
Entre bramido y bramido y según me acercaba a las orillas del embalse en Montamarta, una figura en vuelo, cercana sobre mi cabeza, pero apenas distinguible hasta que estuvo casi encima hizo que saliera del disfrute de los venados y me centrara ya sí en las aves. Era un águila pescadora que venía del monte donde, seguramente, había pasado la noche. Enfiló directa a las orillas del humedal donde la perdí.
Ya con los primeros rayos de sol estaba junto a la orilla del agua pero el día comenzó a ensombrecerse por una ligera nieblina alta y tardé un poco en poder disfrutar bien las primeras aves.
En el lugar, como viene sucediendo desde los dos últimos meses, las primeras figuras en aparecer fueron las cigüeñas negras. En esta ocasión solo pude contar 4 ejemplares aunque, como siempre, es posible que hubiera más individuos escondidos en sus sinuosas orillas. Junto a ellas pude apreciar que ha aumentado el número de garcetas grandes. De hecho yo es el primer día que las veo en este lugar, durante esta temporada, pero compañeros en visitas previas ya las había ido controlando. Esta mañana anoté 13 ejs. Ambas zancudas, junto con las garzas reales, formaban un nutrido grupo de ictiófagos a le pesca del alburno.
Tres cigüeñas negras, tres garzas reales y dos garcetas grandes.
Y la cuarta cigüeña que estaba más cerca de mi posición.
Dos garcetas grandes más junto a una garza real.
También de interés la concentración de somormujos lavancos que se va produciendo aquí, como todos los años. Hoy ya conté 267 ejs.
En cuanto a limícolas, seguimos con un paso muy, muy flojo. En este punto conté: chorlitejo grande (12), correlimos común (5), correlimos menudo (1) y andarríos chico (+10). Triste.
Otras aves de interés fueron: 2 gaviotas sombrías (ad+jov), zampullín chico (1, para nada común en este lugar) y esmerejón (primera cita del año para la provincia).
De aquí me fui a la orilla de San Cebrián de Castro. Nada más bajar del coche, en un herbazal, levanté una buscarla pintoja. También pocos limícolas aquí: combatiente (1), correlimos común (5), correlimos menudo (1), chorlitejo grande (1), andarríos chico y chorlitejo chico (2). Las garcetas grandes en este punto fueron 9 ejs. y, con ellas, había 5 espátulas y 7 garcetas comunes.
Viendo que el condumio era exiguo decidí volverme ya para casa pero parando en el desagüe de la balsa de decantación de la depuradora de Villafáfila, que recicla el agua para verterla a la Salina Grande, creando así una hectárea de agua con 1-2 cm de profundidad, muy querenciosa para los limícolas.
Los número que salieron fueron estos: chorlitejo grande (47), correlimos común (15) y chorlitejo chico (1). Sobran las palabras...
En la misma balsa había cucharas, azulones, frisos y cercetas comunes que salieron volando con mi llegada (es inevitable que suceda). En la superficie se quedaron los zampullines, a los que pude contar, dando 62 ejs. En la vegetación lacustre salía y entraba un pechiazul y, sobre el lugar, voló un adulto de águila culebrera que, seguramente, será la última que vea hasta el prenupcial del año que viene.
Poco antes de llegar a Villafáfila me entretuve con este macho subadulto de aguilucho lagunero.
En el arroyo donde desemboca la balsa de la depuradora fotografié a este macho de Aeshna mixta.
Y justo en el límite de la Reserva, pero fuera, sorprendí a tres corzos en el borde del monte. Por pocos metros no estaban dentro, lo que hubiera supuesto mi primera observación dentro de la R.N. Lagunas de Villafáfila y, por lo tanto, me hubiera prestado el doble. Aún así los dos corcinos aguantaron para una foto ya que su madre se internó en la vegetación antes. Aunque es una especie en expansión aún no es, para nada, abundante fuera de las comarcas de Sanabria, Carbayeda, Benavente y los Valles y, supongo, Aliste y Sayago.
Por lo tanto, me encanta encontrármelos. Cuando vivía en Burgos llegaba a ver decenas en una sola mañana por lo que no los valoraba. Pero ya lo dice el refrán: "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde", pues eso.
Y no me resisto a acabar sin poner una foto del amanecer que viví en este segundo día del otoño. Imaginaros la imagen de esa tableta de colores que va rompiendo la noche, la silueta del borde del encinar, el fresco de la estación tempranera y el bramido imponente de los ciervos machos llamando a las hembras (desconsoladamente) y a otros machos (desafiantes).
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